Oración, Ayuno y Limosna
La Pasión del Señor
HOY CONMEMORAMOS
LA CRUCIFIXIÓN Y MUERTE de JESÚS
Y recordamos el sacrificio más grande que Dios ha hecho por amor a nosotros, y por nuestra reconciliación con Él
EL SERVICIO a los DEMÁS
Retiro Adultos
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Oración Inicial
Señor te pedimos humildemente que nos permitas reconocer la importancia y necesidad del sacrificio que hiciste por cada uno de nosotros. Ábrenos los ojos del alma para que veamos que tú no nos quieres condenar o castigar, antes bien, que tú quieres que reflexionemos, nos arrepintamos y recibamos tu perdón. Ayúdanos a meditar hoy en tu pasión y muerte y a ser obedientes, mansos y amorosos.
–Amén

En aquel tiempo, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos.
Entonces Judas tomó un batallón de soldados y guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos y entró en el huerto con linternas, antorchas y armas.
Jesús, sabiendo todo lo que iba a suceder, se adelantó y les dijo: “¿A quién buscan?” Le contestaron: “A Jesús, el nazareno”. Les dijo Jesús: “Yo soy”. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles ‘Yo soy’, retrocedieron y cayeron a tierra. Jesús les volvió a preguntar: “¿A quién buscan?” Ellos dijeron: “A Jesús, el nazareno”. Jesús contestó: “Les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se vayan”. Así se cumplió lo que Jesús había dicho: ‘No he perdido a ninguno de los que me diste’.
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: “Mete la espada en la vaina. ¿No voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre?”
El batallón, su comandante y los criados de los judíos apresaron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: ‘Conviene que muera un solo hombre por el pueblo’.
Simón Pedro y otro discípulo iban siguiendo a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló con la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro: “¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?” Él dijo: “No lo soy”. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.
El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le contestó: “Yo he hablado abiertamente al mundo y he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, sobre lo que les he hablado. Ellos saben lo que he dicho”.
Apenas dijo esto, uno de los guardias le dio una bofetada a Jesús, diciéndole: “¿Así contestas al sumo sacerdote?” Jesús le respondió: “Si he faltado al hablar, demuestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?” Entonces Anás lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.
Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron: “¿No eres tú también uno de sus discípulos?” Él lo negó diciendo: “No lo soy”. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja, le dijo: “¿Qué no te vi yo con él en el huerto?” Pedro volvió a negarlo y enseguida cantó un gallo.
Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era muy de mañana y ellos no entraron en el palacio para no incurrir en impureza y poder así comer la cena de Pascua.
Salió entonces Pilato a donde estaban ellos y les dijo: “¿De qué acusan a este hombre?” Le contestaron: “Si éste no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos traído”. Pilato les dijo: “Pues llévenselo y júzguenlo según su ley”. Los judíos le respondieron: “No estamos autorizados para dar muerte a nadie”. Así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.
Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le contestó: “¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?” Pilato le respondió: “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?” Jesús le contestó: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí”. Pilato le dijo: “¿Conque tú eres rey?” Jesús le contestó: “Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. Pilato le dijo: “¿Y qué es la verdad?”
Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo: “No encuentro en él ninguna culpa. Entre ustedes es costumbre que por Pascua ponga en libertad a un preso. ¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?” Pero todos ellos gritaron: “¡No, a ése no! ¡A Barrabás!” (El tal Barrabás era un bandido).
Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le echaron encima un manto color púrpura, y acercándose a él, le decían: “¡Viva el rey de los judíos!”, y le daban de bofetadas.
Pilato salió otra vez afuera y les dijo: “Aquí lo traigo para que sepan que no encuentro en él ninguna culpa”. Salió, pues, Jesús, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: “Aquí está el hombre”. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y sus servidores, gritaron: “¡Crucifícalo, crucifícalo!” Pilato les dijo: “Llévenselo ustedes y crucifíquenlo, porque yo no encuentro culpa en él”. Los judíos le contestaron: “Nosotros tenemos una ley y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios”.
Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más, y entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús: “¿De dónde eres tú?” Pero Jesús no le respondió. Pilato le dijo entonces: “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?” Jesús le contestó: “No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor”.
Desde ese momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: “¡Si sueltas a ése, no eres amigo del César!; porque todo el que pretende ser rey, es enemigo del César”. Al oír estas palabras, Pilato sacó a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman “el Enlosado” (en hebreo Gábbata). Era el día de la preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: “Aquí tienen a su rey”. Ellos gritaron: “¡Fuera, fuera! ¡Crucifícalo!” Pilato les dijo: “¿A su rey voy a crucificar?” Contestaron los sumos sacerdotes: “No tenemos más rey que el César”. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.
Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz se dirigió hacia el sitio llamado “la Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron, y con él a otros dos, uno de cada lado, y en medio Jesús. Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo encima de la cruz; en él estaba escrito: ‘Jesús el nazareno, el rey de los judíos’. Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato: “No escribas: ‘El rey de los judíos’, sino: ‘Éste ha dicho: Soy rey de los judíos’ ”. Pilato les contestó: “Lo escrito, escrito está”.
Cuando crucificaron a Jesús, los soldados cogieron su ropa e hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Por eso se dijeron: “No la rasguemos, sino echemos suertes para ver a quién le toca”. Así se cumplió lo que dice la Escritura: Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica. Y eso hicieron los soldados.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: “Mujer, ahí está tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Ahí está tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo se la llevó a vivir con él.
Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: “Tengo sed”. Había allí un jarro lleno de vinagre. Los soldados sujetaron una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo: “Todo está cumplido”, e inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa.
Entonces, los judíos, como era el día de la preparación de la Pascua, para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitaran de la cruz. Fueron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro de los que habían sido crucificados con él. Pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua.
El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: No le quebrarán ningún hueso; y en otro lugar la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que lo dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo.
Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mezcla de mirra y áloe.
Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con esos aromas, según se acostumbra enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo, donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la preparación de la Pascua y el sepulcro estaba cerca, allí pusieron a Jesús.
–Juan 18, 1-19,42
Reflexión
Hoy reflexionemos en este evangelio enfocando nuestra mirada en Dios y las lecciones de vida que nos da a través de la pasión y muerte de Dios Hijo. No enfoquemos tanto nuestra mirada en las crueldades que cometieron quienes maltrataron a Jesús, si no más bien en el plan perfecto que Dios tenia para lograr nuestra redención y reconciliación con Él.
Todo lo que leemos el día de hoy nos duele y nos parece muy injusto, pero todo esto era necesario para que tú y yo recibiéramos el perdón de nuestros pecados y la salvación de nuestras almas. Era necesario para que Jesús fuera sacrificado y pudiéramos tener un tiquete de viaje junto a Dios después de que nuestro cuerpo deje de tener vida, un tiquete a la vida eterna.
Cada que pecamos, esos pecados agregan un dolor más al cuerpo de Jesús y de eso si debemos preocuparnos, de buscar siempre la forma de no volver a lastimarlo una y otra vez, siendo consientes de que somos débiles y que necesitamos mantenernos alimentándonos de su palabra, de la oración, de la eucaristía y sacramentos, para no caer en pecado y mucho menos en pecado mortal.
A través de este pasaje vemos varias características de Jesús, vemos a Jesús que se preocupa por cada uno de nosotros cuando dice “No he perdido a ninguno de los que me diste” Juan 18:9, a un Jesús que no paga con la misma moneda, respondiendo al guardia que lo abofeteo de una manera respetuosa “Si he faltado al hablar, demuestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?” Juan 18:23, a un Jesús que se preocupa por el bienestar de los suyos a pesar de sus propias necesidades, Él en la cruz en medio del sufrimiento y siendo consciente de que Él ya no estaría y que José su papá adoptivo ya no estaba, piensa en su madre María y se la encarga a su discípulo amado Juan, diciéndole a María “Mujer, ahí está tu hijo”. Luego diciéndole al discípulo: “Ahí está tu madre” Juan 18:26, a Jesús que es fuente de salvación “Inmediatamente salió sangre y agua” Juan 18:34 como lo profetizo Él y Ezequiel: “Porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados” Mateo 26:28 y “Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras impurezas os purificaré” Ezequiel 36, 25 y muchas más.
Abramos el corazón a Jesús y permitamos que el Reine en nuestros corazones, dejemos que el siendo Rey de nuestras vidas nos conduzca al arrepentimiento y perdón de nuestras culpas pasadas, a reconocerlo siempre como nuestro Señor y aceptar su salvación y también a parecernos cada vez más a él. Para que a su semejanza no solo aseguremos nuestro pase a la vida eterna si no que traigamos el Reino de Dios a este mundo que tanto lo necesita.
— Reflexión escrita por Marcel

- PARTICIPA en las celebraciones liturgicas de tu iglesia hoy Viernes Santo. Medita en la pasión de Jesús y dale las gracias por haber hecho ese sacrificio por la humanidad.
- MEDITA en las siete palabras de Jesús en la cruz.
- REALIZA EL VIACRUCIS
Oración Final
Señor si aún no te reconozco como el Señor de mi vida, muestramelo. Conduceme al arrepentimiento, la contricción y dame tu perdón y salvación. Ayudame a ver y valorar el gran sacrificio que hiciste por mi y mostrar con mi vida que este no fue de ninguna manera en vano. Que mis pensamientos, palabra y obrar siempre esten llenos de ti.
–Amén
Video Adicional:
Padrenuestro que estás en los cielos …
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Retiro Familia con Niños
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. . Amén

En familia hagamos la siguiente oración:
Señor te pedimos humildemente que nos permitas reconocer la importancia y necesidad del sacrificio que hiciste por cada uno de nosotros. Ayúdanos hoy como familia a meditar hoy en tu pasión y muerte y a ser obedientes, mansos y amorosos.
– Amén
Miremos el siguiente video:

Jesús estaba orando en el jardín llamado Getsemaní cuando una turba vino a arrestarlo. Judas, uno de los discípulos de Jesús, elige traicionar a Jesús a cambio de algunas monedas. Pedro quería pelear con ellos. Pero Jesús fue con ellos en paz. Llevaron a Jesús a los gobernantes y no pudieron encontrar de que manera acusarlo. Él todo lo había hecho bien. Pero Pilato el gobernador temía a la gente, así que como era costumbre, podían liberar a alguien: a Jesús o a un criminal que estaba arrestado y la gente elige matar a Jesús. Le dieron a Jesús una pesada cruz para cargar y luego clavaron a Jesús en ella. Jesús tenía mucho dolor, pero todo lo hacía por amor a cada uno de nosotros. Finalmente, Jesús murió.
Es triste ver todo lo que le hicieron a Jesús, y es de admirar el amor, la fuerza, obediencia y respeto que Jesús mostró a pesar de todo lo que estaba viviendo y le estaban haciendo.
Jesús te ama y ama a cada una de las personas que conoces, todo lo que él hizo, lo hizo para que nosotros pudiéramos estar más cerca de él en esta vida terrenal y en la vida eterna
Compromiso
- PARTICIPA en las actividades liturgicas de tu iglesia HOY
- REALIZA el viacrucis en familia.

Señor si aún no te reconocemos como como el Señor de nuestro hogar, ayúdanos a hacerlo. Ayúdanos a tener tu salvación. Que nosotros valoremos el gran sacrificio que hiciste por cada uno de nosotros y que nuestros pensamientos, palabras y obras siempre estén llenos de ti.
– Amén
Padrenuestro que estás en el cielo…
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén



Una respuesta a “Viernes Santo”