Llevas  una vida acelerada llena de prisas y pendientes por realizar, por momentos has olvidado recordar todas las bendiciones que Dios te da diariamente. ¿Cuando fue la última vez que pensaste en todas las bendiciones que Dios te da?

Aun cuando el universo es tan inmenso y existen cientos de millones de personas como tu y como yo, Dios llena de bendiciones a cada una, nuestra vida pasa rápido y la mejor manera de pasarla es de la mano del Señor, bendice y recuerda las maravillas que dios te ha dado y te da cada día, dale las gracias a Dios por tu respiración, siente tu respirar, ese soplo de vida del creador, pon atención en tu pecho y respira profundo, respira profundo nuevamente y siente esa bendición que dios te da en cada respiración.

Ahora háblale a Dios a través de la lectura del Salmo 144.

Salmo 144

Bendito sea el Señor, Roca mía, 
que mis manos adiestra para el combate 
y mis dedos para la batalla.

El es mi refugio y mi baluarte, 
mi fortaleza y mi libertador,
mi escudo en que me amparo,
él humilla a los pueblos a mis pies.

Señor, ¿qué es el hombre para que de él te acuerdes?
¿Qué es el hijo de Adán para que en él pienses?
El hombre es como un soplo, 
sus días como la sombra que pasa.

Señor, inclina tus cielos y desciende, 
toca los montes para que echen humo.
Envía tus relámpagos, dispersarlos,
tira tus flechas y cáusales estragos.

Desde lo alto tiéndeme tus manos,
 sálvame sacándome de las aguas profundas
y de las manos de los hijos de extranjeros,
cuya boca dice falsedades y
su diestra es una diestra de perjurio.

Oh Dios, quiero cantarte un canto nuevo,
y tocar para ti en la lira de diez cuerdas,
a ti que das a los reyes la victoria,
que salvas a David,
tu servidor de la espada que mata.

Aquí están nuestros hijos como plantas
que van creciendo desde su niñez;
nuestras hijas son columnas angulares
esculpidas en el frontis de un palacio.

Están nuestros graneros muy repletos,
 rebosantes de toda clase de cosechas; 
nuestras ovejas se cuentan por miles,
por millares se ven en nuestros campos;
nuestras bestias viajan muy cargadas.

No hay hoyos en los muros ni rendiciones,
ni gritos de lamento en nuestras plazas.
Dichoso el pueblo que esta suerte tiene,
dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.